En Fontibón los Misak, un pueblo originario de la región guambiana, ha encontrado seguridad y oportunidades de trabajo.
En barrios como Kasandra, Chircales y Prado de la Alameda, en la localidad de Fontibón, se ven muchas personas con ruanas azules, collares blancos, botines de cuero y sombreros negros pequeños. Son indígenas de la comunidad misak, un pueblo ancestral originario de la región guambiana, ubicada en el departamento del Cauca. Los misak son una comunidad esencialmente campesina, dedicada desde siempre al cultivo de la tierra, la ganadería y la artesanía. Son conocidos como ‘los hijos del agua y la palabra’ y tienen una relación espiritual con todos los elementos naturales de su territorio.
Como muchas otras comunidades indígenas, los misak se han enfrentado a una larga historia de abusos y violencia. Durante las décadas del conflicto armado quedaron atrapados en medio del fuego cruzado y sus tierras sufrieron una significativa reducción. Entonces comenzaron a migrar hacia diferentes centros urbanos para preservar su integridad personal, familiar y colectiva. En Bogotá han buscado ubicarse en lugares estratégicos que les permitan mantener un sentido de comunidad y vincularse a las industrias que trabajan la tierra. La mayoría ha llegado a Fontibón, una localidad donde se encuentran las empresas de cultivos de flores y la terminal de transportes. Además, allí se celebran las mingas y otros eventos importantes para su comunidad, y ya se ha organizado un cabildo reconocido por la Alcaldía de Bogotá.
Como suele ocurrir en casos de desplazamiento forzado, la adaptación de los misak al espacio urbano no ha sido fácil, pues se enfrentan a la discriminación, la indiferencia y el desconocimiento de su riqueza cultural. Crear y mantener espacios que sirvan para preservar la unidad comunitaria es un proceso difícil, y tanto la gobernabilidad del pueblo como la construcción de lazos sociales deben pensarse desde lógicas nuevas. Por eso los dirigentes misak trabajan para lograr que su cabildo se vincule orgánicamente con los barrios donde habitan, y una de sus prioridades es conseguir espacios para laborar y terrenos para vivir en los que, siguiendo su filosofía de vida, puedan favorecer al medioambiente.
La Casa de Pensamiento Misak
Foto: Julián Galán
Con el trabajo que realizan en proyectos como este, los dirigentes misak se han adaptado al nuevo contexto urbano y han construido una idea más extensa de territorialidad para su comunidad. Desde Fontibón, recuerdan que las prácticas de identidad, como el uso de los idiomas propios y los atuendos típicos, visibilizan la diversidad y el patrimonio cultural del pueblo colombiano. Ahora los misak sienten el deber de visibilizar las problemáticas de los pueblos indígenas y pregonar las acciones que realizan, y esperan que los bogotanos reconozcan en ellos a miembros activos de la sociedad, que aportan a diferentes sectores económicos y conviven de manera armoniosa con la naturaleza.
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